Las elecciones en EE.UU. pueden conllevar diferentes escenarios para la industria de biofarma. Trump ha querido eliminar durante su mandato, sin éxito, el “Obamacare” (ley que entre otras cosas hace obligatorio que las empresas den seguro medico a sus empleados), y Biden ha usado dicha posibilidad como elemento principal de su campaña. Pero, al mismo tiempo que al Presidente, se eligen cargos locales y estatales, se renueva el Congreso y 1/3 del Senado. Parece que los demócratas seguirán siendo mayoría del Congreso, pero el Senado, ahora republicano, puede volverse “azul”
Trump ha nombrado a 3 miembros del Tribunal Supremo -que lo son por vida-, haciéndolo (6/3) conservador. La obligación de tener seguro medico (y cualquier reforma posterior) se decidirá por el Supremo. El partido demócrata ha apuntado que podría (si obtiene mayoría en ambas Cámaras) cambiar el número de personas en el Supremo, y limitar el cargo a 18 años y volverlo “progresista”.
EE.UU. es el 48% del mercado global farmacéutico, con un gasto por persona de 1,200 US$ al año, cuando su población es el 4,25% de la mundial.
Esto es debido en gran parte a los altos precios de los fármacos y a que el gasto sanitario es el 18% del PIB nacional. Por ello, las empresas farmacéuticas estadounidenses tienen una rentabilidad neta del 13,7%, casi el doble de la rentabilidad media de las empresas del S&P500 (7.1%). Cinco de las diez primeras empresas farmacéuticas globales son estadounidenses.
Trump prometió en su campaña y mandato reducir los precios y acabar con Obamacare, reemplazándolo por “un programa mucho mejor”. Su logro fue la “amnistía fiscal” a la repatriación de los beneficios en el extranjero, no ha acabado con Obamacare (hay una apelación a la clausula de la obligación pendiente del Supremo) y aún no ha presentado su propuesta alternativa.
Por otra parte, la pandemia ha cambiado casi todo. El gasto sanitario se dispara y pronto alcanzará el insostenible 20% del PIB, pero hay recursos casi ilimitados para vacunas y tratamientos COVID y la FDA (agencia de registro y control de fármacos) intenta acelerar nuevas aprobaciones de productos. Una de las lecciones de la crisis ha sido el darse cuenta de la dependencia que tiene EEUU de la fabricación de productos (materia prima y acabados) de India y China, además de la ausencia de stocks de seguridad nacional apropiados de productos sanitarios.
Al margen del resultado, la fabricación “cercana”, el acopio en stocks nacionales estratégicos y la facilitación regulatoria parece irreversible. Si gana Trump (y no pierden el Senado) es probable que se reduzca o reemplace Obamacare. Si gana Biden, sin mayoría en el Senado, no parece que puedan esperarse grandes cambios, pero si obtienen el Senado puede que se avance a un sistema universalista y negocien precios para veteranos, Medicare y Medicaid.
La cobertura sanitaria de 50 millones de estadounidenses que dependen de Obamacare está en juego en estas elecciones. Pero, gane quien gane, EE.UU. seguirá siendo la gran oportunidad para las empresas americanas y extranjeras en biofarma, debido al tamaño, precio y rentabilidad del mercado, la facilidad regulatoria y la existencia casi ilimitada de financiación para nuevas empresas y productos en este mercado de muy alta rentabilidad, en especial en un entorno de pandemia global y tipos de interés casi negativos.
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